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Pandemia por Coronavirus (COVID-19) y responsabilidad social

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Pandemia por Coronavirus (COVID-19) y responsabilidad social

El coronavirus pertenece a una gran familia de virus que se encuentran de forma común en la naturaleza. Es un virus de ARN (ácido ribonucleico) con la suficiente cantidad de información genética que le permite mutar y adaptarse al medio ambiente con rapidez y versatilidad. Habitualmente infecta a serpientes y a algunos mamíferos como el murciélago y el pangolín (reservorio). Los hábitos alimenticios exóticos de la provincia de Hubei (consumo de carnes crudas) en China desencadenaron en un breve lapso una infección respiratoria similar a la del SARS (Síndrome Respiratorio Agudo Grave en inglés) de 2003, causado por otra especie de coronavirus (SARS-Cov). 27 personas que habían estado en contacto en el mercado de Hubei desarrollaron fiebre (<90%), tos seca (76%) y dificultad respiratoria, lo cual emitió una alerta sanitaria. La Organización Mundial de la Salud determinó la presencia de un virus de origen animal en seres humanos (zoonótico) y lo denominó COVID-19. La extensión del virus fue inmediata. El primer caso fuera de China fue en Tailandia. Las autoridades del gigante asiático optaron por medidas sanitarias de contención extremas, dado que desconocían el impacto de esta nueva infección cuya severidad predominaba en pacientes ancianos, hipertensos, diabéticos, obesos y asmáticos. Mientras algunos países cerraron sus fronteras, Italia no tardó en reportar casos importados y sucedió lo más temido: la dispersión comunitaria. Este término significa que aquellos pacientes que se contagiaron fuera de su lugar de origen han contagiado a sus compatriotas. Desafortunadamente, la población europea en su mayoría se compone de adultos mayores de 60 años y la mortalidad fue evidente.

Es así como el comportamiento del Coronavirus (COVID-19) ha manifestado sus peculiaridades de acuerdo a las diferentes regiones geográficas que afecta. El virus tiene ciertas características que le permiten diseminarse con facilidad. Por una parte, su capa viral se compone de lípidos (grasas) lo cual le da mayor resistencia al medio ambiente pudiendo sobrevivir hasta 8 horas en un fomite (objeto que ha sido impregnado de secreciones contaminadas). Así mismo, en su capa más externa tiene una proteína denominada “spike” (pico), cuya afinidad es mayor en células pulmonares, motivo por el cual sus síntomas gripales (escurrimiento nasal, ojos llorosos y congestión nasal) son menores. Además, su periodo de incubación puede ser hasta de 14 días sin presentar síntomas. Estas características biomoleculares del COVID-19 ponen en jaque a cualquier sistema de salud, por más avanzado que se encuentre.

Las debilidades estructurales del virus son vitales para prevenir su diseminación. Su capa externa, al constituirse de grasa lo hace sensible al calor, al alcohol y al jabón. Esto es un factor sumamente importante ya que su dispersión en zonas tropicales ha sido limitada, y es algo esperanzador para las latitudes que México ocupa, sin embargo, su adaptabilidad es hasta el momento desconocida.

La emergencia sanitaria por Coronavirus (COVID-19) en China y Europa ha dejado valiosas lecciones en su abordaje epidemiológico. Las medidas de contención extremas sumergieron a los mercados en una profunda crisis económica mundial. Es justificable que China actuara de esa forma pues desconocían el impacto que podría generarles y ante ello se debe preservar la vida de sus habitantes. Sin embargo, ahora que se conoce el genoma del COVID-19 existirán opciones farmacológicas e inmunológicas (vacunas) que se desarrollarán en breve, como el uso del medicamento Remdesivir (antiviral). Si bien es necesario preservar la salud, debe existir equilibrio en la toma de decisiones para evitar pánico y lesiones en el tejido social. Nuestro país puede capitalizar la experiencia internacional y establecer medidas sin afectar la economía nacional. En la actualidad nos encontramos muy cerca de la fase de dispersión comunitaria y es en este punto en el que el lavado de manos, evitar saludos de contacto físico (estrechar la mano, beso o abrazos), estornudo de etiqueta (efectuarlo en el pliegue anterior del antebrazo), y cuidar a nuestros adultos mayores pueden hacer la diferencia. Algunas medidas que pueden contribuir es evitar el uso de corbatas, mascadas (la estática de los materiales puede atraer partículas); evitar viajes innecesarios o acudir a eventos conglomerados. Sin embargo, la medida más importante es asumir nuestra responsabilidad civil y abatir el egoísmo. Si me cuido, cuido a los demás. Tenemos que evitar compras de pánico de insumos de limpieza, pues debemos recordar que, si desabastecemos a las tiendas, las personas no podrán implementar medidas sanitarias en su hogar, lo cual es crucial para detener la dispersión comunitaria. El uso de cubrebocas es únicamente para el personal de salud y para pacientes enfermos. Respecto a la alimentación es necesario mantenerse hidratado y consumir alimentos verdes o amarillos, ya que, aunque es debatible el consumo de vitamina C para prevenir enfermedades respiratorias, también es cierto que mentalizarnos para procurar por nuestro bienestar favorece la salud.  En resumen, la mejor medida para abatir al COVID-19 es la solidaridad y la organización ciudadana.

Para consultar sobre este y otros temas, visita nuestra sección de Salud y Vida

<strong>Salud y Vida</strong> Médico cirujano. Maestro en Administración de la Salud y candidato a Doctor en Administración y Políticas Públicas. Medalla al Mérito en Protección Social en Salud del Gobierno Federal en 2014 y galardonado con el Premio Nacional de Salud de la COPARMEX en la categoría empresarial en 2018. Actualmente se desempeña como National Ombudsman en Mensa, México, "The High IQ Society".

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