La Pandemia debe ser la reflexión
A propósito de las celebraciones de semana santa, es preciso decir que la corona de espinas (coronavirus) se posa en la cabeza de la humanidad. El coronavirus tomó por sorpresa a todo el mundo. Ningún sistema sanitario es suficiente para contenerlo y las estrategias gubernamentales se enfocan en aplanar la curva epidemiológica para evitar colapsos hospitalarios. Para evitar el punto de quiebre en la curva debemos quedarnos en casa, pues evitar los contagios permitirá a los sistemas hospitalarios a reabastecerse de insumos y desgastar y a exponer menos al personal de la salud, que hoy es invaluable. Quedarse en casa previene ejercer la medicina de guerra, en la que los médicos se ven en la penosa necesidad de ser los jueces que deciden a quien proporcionarán un ventilador o un medicamento para salvarle la vida.
Sin embargo, las consecuencias sanitarias no son la única preocupación, en donde, afortunadamente el pronóstico clínico es bueno para el 85% de la población. Las secuelas económicas de suspender la rutina habitual de las cadenas productivas pueden llevar a una crisis económica sin precedentes a cualquier país. Se estima que el mundo sufrirá una de las crisis económicas más profundas después de la segunda guerra mundial. Económicamente, se vislumbran las primeras víctimas letales que el coronavirus llevó directo al crematorio sin la oportunidad de pasar por la terapia intensiva crediticia: la aerolínea Flybe fue la primera empresa en quebrar. Al respecto la Asociación Internacional de Trasporte Aéreo (IATA) estima pérdidas superiores a los 113 mil millones de dólares (Reuters).
Es curioso como el coronavirus tiene un movimiento paralelo a la economía: desde su impregnación física en monedas o billetes por 3 o 4 días, hasta sus graves consecuencias económicas en los sectores productivos. La única forma de prevenir la dispersión de la enfermedad es resguardar a todos en casa, sin embargo, no todos los países pueden darse el lujo de hacerlo. Existe población que debe decidir entre evitar enfermarse o comer. Esto nos lleva a la primera reflexión: el coronavirus ha puesto en evidencia la profunda brecha de desigualdad social y aún así, la infección no distingue estatus económico.
La segunda reflexión implica al estilo de vida. Las personas más afectadas son hipertensas (asociadas a factores hereditarios, estrés, consumo de alcohol), diabéticas (asociadas a factores hereditarios y alimentación), obesidad (asociada a la alimentación) y tabaquismo (dependencia a sustancias). Lejos de preguntarnos si nuestro gobierno está preparado para afrontar la epidemia, el cuestionamiento central es ¿realmente estamos preparados individualmente para afrontar a la enfermedad? ¿procuro por mi propia salud? La corresponsabilidad debe ser palpable, pues, aunque los gobiernos son responsables de proveer los medios necesarios para procurar la salud de sus pueblos, también lo es que los ciudadanos deben mantenerse en las mejores condiciones físicas y mentales para incrementar las posibilidades de resistir esta enfermedad.
La tercera reflexión revela la falta de respeto y consideración a nuestros adultos mayores. El coronavirus no distingue entre un paciente anciano multimillonario o un paciente anciano empacador de supermercado. Esta enorme responsabilidad que recae en los cuidadores primarios (que habitualmente son los familiares), también evidencia la imposibilidad de retirarse en la vejez con una pensión digna. Aunado a ello, las nuevas generaciones son incapaces de laborar sin requerir del apoyo de los abuelos para el cuidado de los nietos, puesto que los horarios laborales cada vez son más inflexibles para el desarrollo de una familia tradicional. A este respecto, Israel ha decidido separar a los ancianos de los jóvenes, pues esa amalgama ha representado el mayor número de contagios intergeneracional y que afecta sobremanera a los pacientes geriátricos.
La cuarta reflexión implica la valuación de las cosas que son realmente importantes, desde sentir la cercanía de nuestros seres queridos, hasta la apreciación de un parque con la risa de los niños. La vida superflua ha sido puesta en jaque cuando lo más importante es sobrevivir. Los viajes, un celular de alta gama, la ropa de marca o un coche deportivo son innecesarios cuando la incertidumbre abraza a todos por igual. Esta reflexión es la clave de la salvación, puesto que la unión entre todas las conciencias permitirá abatir las desigualdades; porque si tienes los recursos económicos suficientes para comprar gel antibacterial y cubrebocas, son inservibles si tu semejante menos favorecido no está protegido. Para la cultura maya la concepción universal de la existencia humana se resume en el concepto In lak’ech: <<Yo no existo sin ti y tú no existes sin mí. Por lo tanto, tú y yo existimos a partir de relacionarnos, existimos a partir del “nosotros”>> (Monroy, 2018).
El coronavirus arrastra a las conciencias y las somete enérgicamente a la reflexión. Después de su paso, el mundo no volverá a ser igual y reitero que la verdadera pandemia debe ser la reflexiva, como preámbulo a un nuevo amanecer más justo y humano.
Salud y Vida
Médico cirujano. Maestro en Administración de la Salud y candidato a Doctor en Administración y Políticas Públicas. Medalla al Mérito en Protección Social en Salud del Gobierno Federal en 2014 y galardonado con el Premio Nacional de Salud de la COPARMEX en la categoría empresarial en 2018. Actualmente se desempeña como National Ombudsman en Mensa, México, «The High IQ Society».