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Fiesta de Enero de Chiapa de Corzo.

Fiesta de Enero de Chiapa de Corzo

Fiesta de Enero de Chiapa de Corzo.

Fiesta de Enero de Chiapa de Corzo

Indistintamente se nombra “Fiesta de enero” y “Feria de enero”, por ello es pertinente iniciar desde la diferenciación existente entre Feria y Fiesta, la primera refiere sobre el aspecto comercial estrictamente, mientras que la segunda acepción comprende la carga simbólica y ritual de esta celebración que se manifiesta en la actualidad del 8 al 23 de cada enero, la flexibilidad que ha tenido esta fecha, ahora puede extenderse desde el 4 de enero, ya que desde el año del 2013 se retomó la celebración del Niño de Atocha, donde se convoca a los niños parachicos y niñas chiapanecas en el atrio de la Iglesia de Santo Domingo de Chiapa de Corzo.
Chiapa de Corzo es uno de los pueblos más longevos de América, no el más antiguo, ya que existen otros de mayor antigüedad, pero la diferencia sustancial es que Chiapa permanece vivo, con 3200 años de existencia. En él han habitado dos etnias, la primera e inaugural de afiliación Olmeca (1220 A.C. – 1300 D.C.) y posteriormente con la llegada de los chiapanecas de adscripción Mangue (1300 D.C.), como consecuencia hay un grave error al consignarla como fundada por los españoles en 1528, en todo caso la nominación debería ser “legitimada”, ya que la población contaba con 2700 años aproximados de existencia antes de la llegada de los hispanos.
La resistencia cultural en Chiapa de Corzo, cuenta con una fuerte presencia dinámica, esto permite que en la actualidad se cuenta con seis danzas anuales, que son los Parachicos (enero), Chuntá (enero), El caballito de Ñumbañulí (abril), El Burrioncillo (junio), Calalá (junio), Naguarés y Alféres (agosto); éstas tienen una amplia convocatoria en su asistencia, tanto de danzantes como de observadores, producto de la pertenencia y propiedad cultural manifiestas en la población.
Importante es reconsiderar la rica cultura que los chiapanecas dejaron como herencia a nuestra Entidad, y con ello un merecido reconocimiento a su extinta lengua y todo lo que abarca la influencia etnolingüística, ya que existe un gran desconocimiento público, de la indeleble cultura chiapaneca que se manifiesta con fuerte matiz aún en los municipios de Chiapa de Corzo, Villa de Acala, Chiapilla, Villaflores, Suchiapa, Totolapa, La Concordia, Jaltenango, entre otros pueblos de la depresión central de Chiapas.
El desinterés por diversas instancias en articular un proyecto que permita rescatar, preservar y difundir esta importante nación cultural que permanece en el olvido y el desinterés gubernamental, son los personajes de este exuberante escenario cultural. Si bien existen instancias que les competen directamente, sólo han manifestado una dilatada apatía, y en forma oportunista y dictada por las prácticas neoliberalitas, la danza de los Parachicos la han convertido en un souvenir a consecuencia de que el 16 de noviembre del 2010 fuera declarada como Patrimonio Cultural Inmaterial por la UNESCO.
Este uso aún no lo han comprendido cabalmente los pobladores de Chiapa de Corzo, por lo que los invito a que reflexionen al respecto, ya que esta comercialización sin regularización alguna acelera la aculturación, es decir el proceso a través del cual un grupo humano adquiere o asimila, usualmente de forma involuntaria, determinados valores ajenos a su tradición.
Un error metodológico que se ha incurrido en la interpretación de la Fiesta de Enero (y de lo que deviene de ella), es tratar de analizarla desde la mirada del occidente, cuando se debería de explicar desde la cosmovisión del grupo cultural que lo originó, los Chiapanecas. Esta mirada se le llama diacrónica, lo que implica ver el fenómeno desde los elementos propios de una época y una cultura, y esto lo puede proporcionar la lingüística y la antropología cultural, entre otras disciplinas del conocimiento.
La legitimación de la existencia de María de Angulo a través de una leyenda, es un argumento facilista, y lo grave es el proceso inconciente de la legitimación de la dominación española, misma que deberíamos abolir, y reconocernos con orgullo como descendientes de una de las culturas más importantes de Chiapas.
De entre las varias leyendas presentadas como tales, propiamente algunas no son más que manifestaciones de cultos precortesianos, de las cuales, por la forma narrativa con que son presentadas pudiera suceder que se tomaran como una verdadera leyenda sin realmente serlo, esto se debe por la misma forma de la manifestación empleada en su explicación en cada caso, tanto en su significación como en su contenido, los elementos esenciales con que se estructura dicha manifestación cultural religiosa.
Sin embargo, alguna que otra de éstas, ya convertidas en leyendas aunque adaptadas a una condición social de una temporalidad preconcebida; fue primeramente una manifestación ritual litúrgica de un culto precortesiano, generalmente agrario; cayendo después a una leyenda adaptada para darle una explicación o justificación mitológica de un hecho relevante en una temporalidad histórica mítica; tal es el caso de la leyenda de doña María Angulo, devenido de un culto agrario chiapaneca con la aparición a principios de enero, de la brillante estrella de la constelación ecuatorial de Orión, a la cual se le llamaba Marianyhela (Marianguela), Estrella que se le reverencia o se venera, de Ma- (Prefijo distintivo), Nariti (Estrella), y Nanyhila o Nanguila (Reverencia, salutación, veneración), de Nguilaome (Saludar, venerar); como la anunciadora o heraldo de la apertura temporal de ciclo agrícola venidero a mediados de febrero.
De las Shauntá, los Nbareishico y demás personajes presentes en las festividades que se manifiestan anualmente cada mes de enero en Chiapa de Corzo, en cuanto a lo primero, Shauntá, significado como cambio o muda de vestimenta de Sha- (Part. Nominativa, como prefijo da la forma reverencial, distintiva o demostrativa; de la cosa que manifiesta), y Auntá (Vestimenta, ropa, etc.); y el segundo, Parachico, por la sinécdoque de nombrar al adjetivo por el sustantivo (El alborozo, el relajo, el desorden o el molote), de Nbareito (Fiesta) y Shico (Alboroto, desorden, relajo); así como el canto ritual que antiguamente cantaba el Patrón frente a la iglesia, llamado el Nambuyoui o Nambuyuy (Nombre santo), de Nambui (Sagrado o santo) y Nyhouí o Nouí (Nombre); y la antigua Luchita que salía con su pareja el día 20 de enero, de Ndoshita (El que está en el Ndoshi. Nombre este dado al jovencito que sacrificaban a flechazos los chiapanecas el día central de los cinco días llamados Mu).
En base a la manifestación precortesiana del culto agrario chiapaneca de la veneración que se le rendía anualmente a la magnificente estrella gigante Orión de la constelación ecuatorial del mismo nombre (Visible en el hemisferio norte desde enero hasta mediados de febrero); con el paseo triunfal de oriente a poniente que se realizaba en Chiapa en una gran fiesta popular en los últimos días de enero, con una núbil chiapaneca como ofrenda ritual; fue conformada después con carácter colonialista aparecida a principios del siglo XX, la Leyenda de doña María Angulo.
Del ritual precortesiano chiapaneca no se sabe con exactitud las fechas de su celebración, porque éste está relacionado con el cierre y la apertura del ciclo anual de los cinco días que los chiapanecas llamaban Mu o Nbu (Número de agrupación de 5 unidades); de los cuales, con el primero de ellos cerraban o ataban los días del pasado año, el central, o sea el tercero, era el capital con qué celebraban el sacrificio de un jovencito amarrado a un árbol y muerto a flechazos, como mensajero divino (Véase la canción del Flechador Elegido. Diccionario Chiapaneca-Castellano, Mario Aguilar Penagos); y el último de esos días, o sea el quinto de ellos, la apertura del año venidero.
Anterior a estos días, que posiblemente caían entre el 9 al 13 de febrero (La partición del año en meses de los chiapanecas era completamente diferente a la de los europeos, pues dichos meses eran vigesimales o de 20 días, con ubicaciones temporales y nombres muy diferentes), celebrábase la ruptura del tiempo en nueve días (Sinónimos de nueve lunaciones o meses de 29 días), que simbolizaban los nueve meses de gestación humana; con una representación de cambio de vestimentas o de forma (Novenario nocturno de las Chuntaa del 10 al 18 de enero), (El pensamiento mítico presupone que todo lo existente es algo devenido, obra de fuerzas creadoras que, a partir del desorden o de un orden diferente e incorrecto, han producido el orden existente y correcto) o el desorden ritual del universo del hombre, para volver a nacer con nueva forma a los nueve días consagrados por la liturgia (novenarios a los muertos), que era precisamente el primer día de los cinco del Mu.
La salida de las Shauntaa era 10 de enero para terminar el 18 (los 9 días citados); como el primero de los cinco días de la Festividad de San Sebastián, 18-19-20-21-22; el día 23 ya no cuenta porque este día se le consagra únicamente para entregarse, actualmente, el vicario de San Sebastián al prioste en turno.
Con el día inicial o del Cierre del año (Que hoy corresponde el día 18 de enero), se subían los ornamentos sagrados al cerro del Shambonyhoui (El nombre sagrado), de Sha- (Part. Nominativa, como prefijo reverencial, demostrativo y significativo del nominal que alude), Nambui (Sagrado o Santo), y Nyhoui o Noui (Nombre); que resulta ser el cerro de San Sebastián por el nombre del barrio precortesiano anteriormente citado (Subidas de las banderas al templo destruido de San Sebastián).
El día central (Hoy, 20 de enero), como día capital en la consagración de esos cinco días llamado Mu (Actualmente, el día más importante de la fiesta de enero por ser el de San Sebastián). Por último, el quinto día, del paseo de oriente a poniente y por la avenida principal (Calle Real), de la joven núbil chiapaneca ofrendada a la reverenciada Estrella Narianguila o Narianguela, acompañada de los ornamentos sagrados bajados del cerro citado del Shambonyhoui, así como de muchos danzantes con la ornamentación característica solar consistente en la hipostática faz solar de la máscara, que antiguamente era más redonda y más rubicunda, la montera (Que no peluca o cabello), los erizados rayos solares que emergen de la faz solar; el chinchín o sonaja de morro utilizada en la danza, antigua con semillas de maíz en su interior y el recipiente como el sembrador; al ser sonada vigorosamente, la incitación a la semilla para que germine, así como el zapateado de la danza, la incitación a la tierra para que despierte de su letargo invernal y se lleve a cabo la germinación del maíz depositado en ella.
Los Abrecampos con las escobas o palos que portan, los que barren el cielo para hacer que posteriormente se llenen de nubes pródigas en lluvias, y el mismo nombre de éstos como abridores de espacios; como de otras comparsas que sería exhaustivo nombrarlas.
De toda esta ritualización anual chiapaneca, devino el sincretismo religioso (Frecuente en casi todas las danzas, festividades y manifestaciones religiosas actuales en Mesoamérica) que hoy conocemos como la Leyenda de doña María de Angulo, y al Parachico (La fiesta alborozada o jubilosa), por la sinonimia con el castellano Para el chico, como tal, las Shuntaa (El disfrazado), por llevar en la cabeza un trasto conteniendo frutas y verduras, sinónimo de la magia imitativa practicada por el actor-danzante; como una criada o sirvienta de la citada señora de Angulo; y así por el estilo.
Por las noticias que se tienen de dos Programas de las Festividades del mes de Enero en Chiapa aparecidas en ejemplares de diferentes épocas en el Periódico Oficial El Espíritu del Siglo que se editaba en San Cristóbal, Tuxtla o Chiapa, desde 1833 hasta 1890 aproximadamente; refieren escuetamente las notas de los Programas festivos aparecidos, como Paseo del carro alegórico de la Marianguela el día 22, presidiendo la Bajada de las banderas.
Pero, con motivo de la reestructuración que el jefe político del Departamento de Chiapa de ese entonces, el oaxaqueño señor Aristeo Toledo, le da a la Fiesta de Enero a principios de este siglo, incluyendo el Simulacro de un Combate Naval en el río Grande; se cambia el nombre de Marianguela por el de María Angulo, con la trama de la leyenda citada, por la deformación de fondo y de forma atribuida al Mto. Ángel María Corzo en esas épocas, y para 1937, corregida y aumentada, por el Lic. Saraín López en unos volantes que repartió en el parque y en la calle Real la tarde del día 22 de enero de ese año; mitificación que aún se incrementa por la falta de elementos referenciales y de análisis.
Franco Lázaro Gómez, dejó importantes testimonios gráficos de esta festividad, por ello ilustro este escrito con sus grabados, y por la importancia histórica trascribo un fragmento de una carta que escribió el cura interino del pueblo de Chiapa, fray Cosme de Alonso con la fecha del 22 de enero de 1798, destinada a su ‘señor ilustrísimo’, que había de ser el obispo de aquel entonces, don José Fermín Fuero y Gómez”, documento guardado en el Archivo Histórico Diocesano de San Cristóbal de Las Casas.
“Ilustrísimo señor.
Señor: El cura interino del beneficio de Chiapa con el respecto debido hace presente a vuestra señoría ilustrísima que habiendo tomado posesión la primera domínica de adviento el año pasado y observando en este corto intervalo y tiempo los grandísimos abusos que han cundido en este corto rebaño, los que ciertamente son opuestos al servicios de ambas majestades, y que algunos requieren mayor fuerza y autoridad que la que me acompaña. Por tanto juzgo necesario informar a vuestra señoría ilustrísima pormenor, como lo hago, diciendo: Si debo disimular los bailes, que mixtos hombres con mujeres, y cuando menos vestidos aquéllos con el traje de éstas, hacen en presencia del Santísimo, agregándose la circunstancia de que algunos indios vienen vestidos de pieles silvestres y al que trae la de tigre entregan los padres [f. 3r.] a sus hijos para que los azote y eviten de esta suerte algún infortunio, cargando al mismo tiempo en sus hombros lagartos, iguanas, monos, loros y otros animales vivos. Que con estos objetos y los destemplados alaridos que dan al presbítero, doy de el santus hasta mucho trabajo puede proferir las palabras de la consagración dos ocasiones que me tocó en suerte decir la misa mayor, cuando tenían estos espectáculos.
Consiguiente a ésta pregunta, es la festividad de San Sebastián en cuyo día por la mañana sube el cura a la iglesia y convento de este nombre, en donde permanece tres días y dos noches, en cuyo tiempo, a excepción de poco que se invierte en la función de la iglesia, no terminan los bailes y fuegos, no aquellos que pertenecen y miran a la virtud de la eutrapelia, sino los que hacen inhábiles a los hombres, según derecho canónico tiene fulminadas censuras, siguiéndose de aquí las más funestas consecuencias para muchas familias.
En esta función, la embriaguez es la que menos se oculta porque sus mismos efectos la publican. Sólo de pecar no hay, porque no [f. 3v] se da interrupción en esta ocasión, incluyendo en ella al mismo templo, pues en distintas horas y con más tesón en la se siesta, se ve en el más de la mitad del pueblo, sin distinción de edades ni cualidades en un grandísimo revoltijo, bailando, al cuyo alterado movimiento se levanta tanto polvo que incorporando con los átomos del sol o partículas cartesianas, forman una espesa nube, que cansa la vista y oscurece los objetos.
Todo lo cual observe el año 97, hallándome en este pueblo. Vea nuestra señoría ilustrísima que similitud o conexión tienen estos bailes con el del real profeta David. En esta fiesta gasta el cura de su bolsillo, como consta de suma minuta del finado mi antecesor que tengo a la vista, 140 pesos, los que cuanto mejor sería extenderlos en beneficio de pobres que gastarlos en aguardientes y otras cosas superfluas. Lo dejo a la sutil comprehesión de nuestra señoría ilustrísima”.

Bitácora de la palabra. Doctor en Literatura por la Facultad de Filosofía y Letras. Escritor y académico. Su obra esta constituida por 44 libros de poesía, cuento y ensayo. Miembro del Conacyt.

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