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¡Nos están matando!

¡Nos están matando!

Por Aremí González

 

Hace unos días, una amiga con un nuevo proyecto enfocado en mujeres me pidió que pudiera compartirle una foto mía con una frase motivacional a lado para que apareciera en redes sociales. Una vez publicado, un amigo me escribió lo siguiente: “Vi tu foto y me dio un vuelco el corazón porque el texto a la derecha siempre es de desapariciones. Ahora pienso que está horrendo ver estas cosas y pensar en ello en automático”.

Me saltó el corazón al leerlo, pero caí en cuenta que, por supuesto, en cualquier momento, podría ser yo.

Las mexicanas vivimos en un estado de miedo constante y siempre a la expectativa de que ocurra lo peor: no caminar solas por ciertas calles, avisar en dónde estamos, con quién estamos y si ya llegamos (si es que llegamos).

Las cifras son desalentadoras. En 2019, 2 833 mujeres fueron asesinadas en México, según cifras del Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública (SESNSP). Los estados con mayor número de feminicidios son: Veracruz (140 casos), Estado de México (81 casos), Nuevo León (53 casos), Puebla (45 casos) y Ciudad de México (40 casos). Mientras que los municipios con mayor número de mujeres víctimas de feminicidio son: Monterrey, Culiacán, Ciudad Juárez, Xalapa y Guadalajara.

México ocupa el segundo país con más feminicidios en América Latina y el Caribe según datos de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Y, según un artículo de FORBES publicado en enero de este año, el país se encuentra entre los 20 peores países para ser mujer; con altos índices de violencia, inseguridad e inequidad de género.

Aunque son muchas las particularidades a la hora de describir los contextos o subtipos de feminicidio, hay tres casos que se incluyen de forma mayoritaria en las legislaciones de América Latina como prototípicos de la violencia de género contra la mujer: la misoginia; el atentado previo a la libertad sexual de la víctima; y la existencia, actual o previa, de una relación de pareja. Es a este último al que nos seguiremos refiriendo en este texto.

Según Women’s Aid las señales de vivir en una relación de abuso son:

  1. Tienes miedo de tu pareja.
  2. Tienes cuidado debido a sus cambios de humor.
  3. Pierde los nervios fácilmente y por temas de poca importancia.
  4. Te ha pegado.
  5. Critica a tu familia y amigos y/o dificulta que los puedas ver o que puedas hablar con ellos a solas.
  6. Te insulta o amenaza.
  7. Es celoso y te acusa de tener relaciones sentimentales con otras personas.
  8. Habitualmente te cuestiona y te critica delante de otras personas sobre tu aspecto o vestimenta.
  9. Tus propias necesidades son ignoradas o minusvaloradas y es él quien toma todas las decisiones en la relación.
  10. Te ha obligado a hacer algo que realmente no querías hacer.
  11. Te ha obligado a tener relaciones sexuales con él o con otras personas.
  12. Exige las contraseñas de tus cuentas de correo electrónico y redes sociales.
  13. Controla áreas de tu vida.

 

¿Alguno te suena familiar?

Los resultados de la Encuesta Nacional sobre la Dinámica de las Relaciones en los Hogares (ENDIREH), muestran que casi 7 de cada 10 mujeres han sufrido violencia y 43.9% de ellas han sido agredidas por su esposo, pareja o novio. Para apoyar estos datos, para el año 2019, 6 de cada 10 mujeres afirmaron haber sido víctimas de violencia, de las cuales sólo 12% emprendieron acciones legales y, entre los casos que dan lugar a una investigación, sólo 2% concluyeron con una sentencia condenatoria.

Los datos son aún más alarmantes (¡¿más?!) en torno a los bajos porcentajes de denuncias cuando la violencia sucede en un ambiente familiar. Se advierte que la razón con más alto porcentaje para no denunciar es porque se trató de algo “sin importancia”.

Entre las que han experimentado violencia física y/o sexual, 35.8% presentó daños físicos derivados de la violencia que han vivido, principalmente moretones, hemorragias e, incluso, han estado hospitalizadas o las han operado por esta razón. Para 64% la violencia física y/o sexual ejercida por su pareja, les ha dejado consecuencias emocionales, a la mayoría tristeza o depresión, a la mitad angustia o miedo y para un tercio de ellas, problemas alimenticios.

Ante estas alarmantes cifras es necesario establecer mecanismos de prevención. El feminicidio no es sólo el homicidio cometido contra una mujer, es un delito que lleva un mensaje de odio, desprecio y deseo de dominio contra las mujeres y es la culminación de la reiterada y sistemática violación de sus derechos. Las campañas de concientización deben ir encaminadas a evitar cualquier tipo de violencia física, psicoemocional, económica y sexual hacia las mujeres, que son actos previos al feminicidio.

Ya no queremos despertar con noticias como las de Ingrid Escamilla, Abril Pérez, Viridians Flores, Lesly Berlín o Fátima.

¡Por favor #NiUnaMas #NiUnaMenos!

Frente al espejo Licenciada en Derecho, maestría en Derechos Humanos, diplomado en Derechos Humanos y Migración. aremi@personalidadesrevista.com

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