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Un Reencuentro Inesperado

Un Reencuentro Inesperado

Son las 3 de la mañana y mis piernas se tambalean de cansancio. Me retiro el equipo de protección personal que llevo puesto y lavo mi cara con agua y jabón. Mis ojeras me saltan a la vista y veo cómo se extienden y se unen con la marca que me dejan los lentes de acrílico ajustados. Sobre mi atisbo de sonrisa, desdibujado, el surco del cubrebocas N95 comienza a pigmentarse. Me retiro el resto del equipo y ansioso busco un rincón para descansar por al menos una hora, distraerme de la atmósfera fría de este hospital. Los pacientes siguen llegando a borbotones, entre los graves, los regulares y los hipocondriacos, pero mi compañero de guardia me envió a descansar. “Te necesitamos bien”, me ordenó con afecto y me envió a descansar.

Caminando entre los pasillos, encuentro una banca vacía y la visto con una bata de tela, elegante sábana de seda, a modo. Mis ojos no tardan en cerrarse cuando me recuesto. Mi cuerpo se estremece de cansancio.

El fondo negro sucede a un momento rápido de vista nublada e ingreso casi de inmediato a ese espacio adimensional y atemporal que llamamos sueño. Me abraza la familiar sensación de frío del hospital y escucho a lo lejos las voces de las enfermeras, el incansable zigzagueo del trapeador de las afanadoras y el constante pitido del monitor de la terapia intensiva. Poco a poco, todo ello se hace difuso, y se aleja más y más de mí, o yo de todo.

La profunda oscuridad va tomando formas y colores, conformando la figura de un enorme cuervo negro, antropomorfo, que se distingue a la distancia. Sus ojos brillan en la semi-oscuridad  y el golpeteo de su bastón, muy elegante, se escucha a intervalos fijos mientras camina hacía a mí. Tengo la impresión de haberle visto antes, en las figuras de mis libros de Historia de la Medicina cuando cursaba el primer semestre en la Facultad. Cuando puede distinguirlo más, veo que es un médico de la época de la peste bubónica, o al menos está vestido como uno, usando esa máscara imposible de confundir. Un escalofrío inesperado recorre todo mi cuerpo.

  • Buenas noches joven médico –

Su imagen era atemorizante, pero simultáneamente me brindaba un tipo extraño de seguridad, respondí titubeante:

  • Buenas noches ¿Quién es usted? –
  • Más bien habría que preguntar ¿Quiénes fuimos? Yo también desfallecía de cansancio –
  • ¿Es un fantasma? –
  • Es difícil explicar. Quizás solo soy un recuerdo –
  • Ya veo ¿Qué hace aquí? –
  • La humanidad sufre. Otra vez. Tu vestimenta es muy curiosa, pareces un arlequín blanco. Ese cristal que recubre tu cara es muy delgado y se dobla. Te ves ligero de movimientos. Tu disfraz no parece de seda. Deben tener muy buenos alquimistas en estos tiempos –
  • Es un material, muy común,  se llama plástico y se obtiene de la brea negra. Casi todo lo que me cubre es plástico. Tu disfraz se ve… pesado –
  • La palabra es “lúgubre” – hace una pausa y me da la impresión que sonríe tras su máscara –  era muy pesado cuando caminábamos en las calles. Las curvas del pico nos reconfortaban ante nuestros propios olores corporales. Los niños huían de nosotros, los enfermos con vitalidad nos respetaban y los moribundos nos esperaban gustosos para darles los santos óleos ¿Y tu cruz? ¿Dónde está tu cruz? –
  • No soy creyente. La verdad prefiero no involucrarme en ello –
  • Lo que eres, es un hereje, y cargando una gran cruz, que es peor. En mi momento había muchos médicos herejes, pero jamás lo hubieran declarado ante un desconocido. Veo que muchas cosas han cambiado. Este hospicio es enorme y es pulcrísimo. Me encantan las cajas mágicas con letras brillantes y cambiantes, también las serpentinas que llenan de aire a los enfermos ¡Son increíbles! Las bolsas de agua con alambiques cristalinos conectados a los brazos de los enfermos ¿De qué tipo de cuero se obtienen? ¿Son de tripa de cordero? –
  • Son de plástico también. Casi todo lo que se ve aquí, es de plástico –
  • Menuda cantidad de brea la que deben tener ¿Los reyes ya se han encerrado? –
  • No sé, en realidad ya casi no hay reyes en el mundo. Los líderes políticos aún continúan hablando a los pueblos para darles tranquilidad –
  • Cuando los reyes se encierren, temed –
  • Hoy pueden hablar a sus pueblos… desde “cristales mágicos”. Mire, como este, es mi teléfono celular. Con él,  podemos comunicarnos a la distancia con otros médicos y enviar imágenes o nuestras propias voces –
  • Son artilugios impensables para un médico de la peste. Si hubiéramos tenido artefactos así, quizás no hubieran muerto tantas personas –
  • Pues, aún con ello se nos están muriendo pacientes –
  • Seguramente los viejos y los que ya estaban enfermos –
  • Si, es correcto –
  • Siempre sucede así. Las pestes son crueles con los débiles, los necios y los incrédulos. Nosotros dábamos el toque de queda y aun así, las personas se resistían al encierro. Los humanos somos menos dóciles que un pájaro enjaulado –
  • Nos pasa lo mismo. Sin embargo, creo que nunca nos habíamos enfrentado a algo así. Este enemigo es casi invisible, llega por el aire y nos mata… de asfixia –
  • Las pestes son tribulación, jóven médico. Muchos habrán desaparecido mañana. Dios dejó de hablar con el hombre desde hace mucho tiempo, pero sus actos permanecen. A las pestes siempre les preceden tiempos de iniquidad y de pasiones desmedidas. Con los excesos y las aberraciones siempre vienen las enfermedades. Las pestes siempre son así  –
  • Hoy les llamamos “pandemias” a las pestes extensas. Y nosotros no juzgamos el origen de una peste. Esta vez comieron algo que no debían –
  • ¿Comieron seres humanos o animales prohibidos? –
  • No, todo inició por comer murciélagos –
  • ¡Esos son ratas con alas! Eso no debe comerse. Cualquier cosa que viva en la inmundicia o que parezca peligrosa no debe llevarse a la mesa –
  • Gracias… Médico. Puedo preguntar ¿A qué debo su visita? ¿Estoy muriendo? –
  • Todos moriremos antes o después… pero no. No vine por eso. He venido más bien por curiosidad e iniciativa propia –
  • ¿Entonces vienes a advertirme? –
  • Tampoco, tranquilo. Lo que sucederá ya está escrito, nada puede cambiarlo. Disfruta este momento. Quizás tu herejía no te permita entender que la humanidad es profundamente amada por la tierra que le da alimentos o por los ríos que le dan agua a pesar de su ingratitud. Dios ha acariciado la idea de aniquilarlos muchas veces, pero no lo hace aún. Reponte y retorna la sonrisa, que siempre amanece. Si nosotros no hubiéramos pensado así, sonreído, esperado la constante llegada del amanecer, tú probablemente no estarías aquí. No dejes que la humanidad te trastorne, mantente estoico. Algún día, tu mismo visitarás a otro médico de “pandemia” y lo reconfortarás como lo hago yo hoy, contigo. No sabremos qué tipo de artilugios tengan para ese entonces. Probablemente te sorprendas, como yo lo estoy –
  • Entiendo, agradezco su visita – dije sin realmente estar convencido de haber entendido del todo que estaba pasando.
  • Es hora de irme. Hay muchos hospicios que debo visitar –

Mientras terminaba de hablar, se fue desvaneciendo en la semioscuridad y lo que me parecía el golpeteo de su bastón fue escuchandose más bajo cada vez, hasta dejar de escucharse. Mi colega de guardia me despertó,  pues era hora de seguir trabajando.

Me vestí de nuevo y mientras lo hacía, comencé a aterrizar un sentimiento de honra, de pertenecer a una comunidad que ha caminado a lo largo de la historia, en los pasajes de gloria y de gran tragedia. Me sentí acompañado por aquellos que ofrendaron su vida por los que existimos hoy y más, los que tenemos la capacidad de cuidar y curar. Mi sonrisa abarcó el surco de la mascarilla y con gusto fui a los alambiques de aire. Entendí que no importa que tan oscura esté la noche pues siempre amanecerá. El reencuentro siempre sucederá.

<strong>Salud y Vida</strong> Médico cirujano. Maestro en Administración de la Salud y candidato a Doctor en Administración y Políticas Públicas. Medalla al Mérito en Protección Social en Salud del Gobierno Federal en 2014 y galardonado con el Premio Nacional de Salud de la COPARMEX en la categoría empresarial en 2018. Actualmente se desempeña como National Ombudsman en Mensa, México, "The High IQ Society".

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